domingo, 15 de julio de 2012

Incompetentes | Capítulo Cuatro


IV.                     A  medias.

La rutina vuelve a aparecer en la vida de Victoria. El despertador suena con ganas y ella lo apaga enojada, aunque sabe que el primer día de cursada espera por ella. No existen excusas que valgan esa mañana: hay que levantarse y ponerle onda a la vida.

Termina de destaparse y se refriega los ojos, malhumorada. Mira las paletas del ventilador del techo moverse como se fuera lo más interesante del mundo. Busca su celular debajo de la almohada y se encuentra con un mensaje de Franco incitándola a que se levante. Es que Bianca y Victoria son iguales cuando están apenas despiertas, y él seguramente ya esté tratando de poner de buen humor a su hermana

Una vez despabilada se hace un rodete desprolijo en la cabeza y va al baño a abrir la ducha. Mientras espera que el agua se caliente un poco prende la radio del living y abre apenas la persiana. Hay poca luz a las siete de la matina, pero Victoria ama la brisa fría que se cuela por las hendijas. Se ducha con rapidez, porque le costó tanto salir de la cama que se le hizo tarde, y sale envuelta en su bata rosa viejo con destino a su dormitorio. Elije un jean ajustado con una musculosa blanca que tiene pequeñas flores dibujadas, y se lleva también un saquito cómodo para usar en el aula – porque en su facultad las temperaturas son distinas: en verano hay que ir con saquito y en invierno con mangas cortas: la bendita calefacción central.

Como es el primer día, Vicky sólo lleva un cuaderno pequeño, la agenda y algunas lapiceras. Revisa la cartera para chequear que tanto la billetera como el teléfono y el monedero están ahí. Recién entonces se mira en el espejo que tiene en el pasillo, se pone un poco de perfume y abandona el departamento.

Se enchufa a los auriculares del mp4 y deja que la música le cambie el humor de esa mañana. Camina apurada hasta la parada del colectivo que la dejará en la facultad mientras susurra por lo bajo una canción.

 Si la verdad es a medias
un príncipe sera un sapo,
los reyes magos maleantes
que te roban los zapatos
a medias sera un favor
si después no echas en cara
caricias a una mejilla
y a la otra bofetadas.
 
 
Antes de bajarse del colectivo, Victoria encuentra un mensaje de Agostina avisándole en qué número de aula cursarían ese cuatrimeste. Ella siempre será la responsable del grupo y la que llegue más temprano a las clases – aunque, paradójicamente, sea la que más lejos vive. Vicky sonríe porque tres cuartas partes de las personas que están con ella en el bondi son estudiantes de su universidad, y todos llevan la misma cara de dormidos. Al menos no es la única que no logra acostumbrarse a éste asuntito de la vuelta a la rutina matutina.
 
 
Llega al salón 247 cinco minutos antes del horario estipulado, y se enorgullece de ella misma por semejante hazaña. Bianca ya está charlando con Milagros y Erica, dos de sus compañeras que regresaron de su viaje a Europa hace un par de días, y seguramente están poniéndola al tanto de todo. Vicky se junta con el resto de sus amigas mientras acomoda su cartera en el pupitre.
 
La primer materia de segundo año con la que se encuentran es Historia de las Ideas Políticas III. Al Licenciado Gomez Bassells ya lo conocen porque cursaron con él las dos partes anteriores de esa materia, entonces la presentación se hace completamente obsoleta. Dedican la clase a hablar de la bibliografía obligatoria y de algunos conceptos introductorios para ésta parte. Jazmín no logra seguir el hilo de las ideas del Lic – odia la materia, y sigue sin poder creer que tiene que fumársela un cuatrimestre más – y se dedica a hacer pequeños dibujos en el margen de su cuadernillo. Bianca es una loca maníaca de los apuntes, escribe absolutamente todo lo que el profesor dice y hace – ha llegado a describir a la perfección las muecas del profe mientras habla. Agostina y Pierina son un punto intermedio, digamos que son el equilibrio del grupo. Y Victoria… Victoria hoy es otra historia. Normalmente escribiría a más no poder – aunque no tanto como Bianca – y participaría activamente en la clase – es una fanática de los debates y las confrontaciones- pero ese día está como ida… y sólo Bianca sabe por qué.
 
 
Benjamín no para de ir y venir por su mente. Desde la tarde de películas no se vieron más, y eso la inquieta. Se mandaron un par de mensajes pero nada más, sólo eso… Y quizás el destino con el que tanto jugaban fuera ese: que se vieran dos veces, se divirtieran y luego a otra cosa. Pero no, Victoria estaba encaprichada con encontrarlo de nuevo, e incluso evaluó algunas posibles hipótesis sobre su ubicación actual. Porque, recordemos: lo único que Vicky sabe de él es que estudia derecho en su Universidad y que vive cerca de su casa. Y con esa escasez informativa no podía hacer nada productivo.
 
Después de tres bloques de Historia de las Ideas Políticas, las cinco chicas van hasta el bar del edificio para despejarse. Ésta vez se les unen Lucho, Marcos y Fede, que las ponen al tanto de sus vacaciones juntos en la costa argentina. Si hay algo que Victoria disfruta de ir a la facultad son éstos momentos con sus compañeros. Porque, por suerte, hay mucha buena onda entre todos ellos, aunque se conozcan hace poco y sean unos cuasi extraños. Y además, porque a pesar de ir a una facultad privada y ser catalogados como nenitos de mamá por los que miran desde afuera y no saben nada, el hecho de que la mayoría sean de ciudades del interior ayuda a que se entiendan y acompañen entre ellos. Porque comprenden lo jodido de dejar tu familia para venir a seguir tu vocación a una ciudad que, la mires por donde la mires, es gigante y ajena. Y sobre todo, saben que no los hace mejores ni peores que nadie el lugar en el que están: la carrera la hace cada uno, a su manera y bajo sus ideales.
 
 
Y claro que la charla entre universitarios termina derivando en la gran fiesta post-finales: los hombres se la habían perdido y querían saber todo. Victoria patea con disimulo a Bianca para que cierre la boca. Por alguna extraña razón no quería compartir su ¿historia? Con Benjamín con nadie más. Entonces terminó en una descripción de lo buena onda de la gente y la noche genial que pasaron todas. A los chicos los dejas contentos con eso: les hablas del alcohol que tomaron y de la cantidad de público femenino presente y ya se arrepienten de haber faltado.
 
Once y media en punto suben las escaleras con el resto del alumnado para la última clase del día. Tan sólo dos bloques de Teoría y Derecho Constitucional los separaban de la libertad facultativa. Todos ansían que el profe haga la presentación formal y los deje irse antes, es decir, que sea del bando de los que cree que la primer clase no es para dar contenido si no para un breve pantallazo general de la materia.
 
 
El hombre que atraviesa la puerta en cuestión es bastante joven. Victoria calcula que, con toda la furia, tendrá unos treinta y siete años. Llega elegantemente vestido: traje negro con rayas grises finitas, camisa blanca, corbata verde oscuro y pañuelo haciendo juego. Gemelos de oro en las muñecas y teléfono último modelo en la mano. Es claro que es abogado, lo delata su vocabulario técnico mientras habla por teléfono y las miles de carpetas – o expedientes, quizás – que trae en su brazo. Apoya todo en el escritorio y les sonríe, simpático. Vicky mira a Jaz porque sabe que ya se enamoró de sus ojos verde agua – además, Jazmín siempre se enamora de alguno de sus profesores, es algo así como una motivación interna que tiene para ir a clases. O, en el idioma de sus amigas, otra de sus pavadas. 
 
-         Buenos días, chicos – tiene voz grave, que lo hace parecer más grande de lo que en realidad es – soy el Doctor Lamas, y seré quien les dicte la materia Teoría y Derecho Constitucional – a medida que iba nombrando la asignatura, escribía todo en el pizarrón, mientras los alumnos hacían lo mismo en sus cuadernos – tengo treinta y seis años e integro la Comisión encargada de la próxima reforma Constitucional – y ahí terminó de cerrar la idea de que era abogado: siempre intentando impresionar con el currículum.
 
 
-         Me enamoré, Vi – ya lo anticipamos. Jazmín se enamora de todo ente masculino que pasa ante sus ojos.
 
-         Según tengo entendido, cursaremos juntos los lunes y… jueves – consulta en su agenda porque la memoria le falla – de once y media a una. ¿Correcto? – la clase asiente, obvia – Muy bien. Como sabrán, la cátedra no está compuesta sólo por mi. Yo soy el titular de la materia, y cuento con un adjunto a quien conocerán el próximo jueves, el Dr. Barbieri. Así nos dividiremos las clases: yo vengo los lunes, y él los jueves.

-         Me está dejando de caer bien con tanta obviedad – Bianca le susurra a su amiga mientras anota el nombre del adjunto. Vicky sólo ríe, porque todavía no sacó conclusiones sobre ninguno.

-         Pero, a quien si verán todas las clases es a nuestro ayudante de cátedra. Es un junior ayudante de mi estudio al que estamos entrenando para ser profesor en algún tiempo futuro – la clase ríe por compromiso – debe estar por llegar, le pedí que buscara las planillas de asistencia para que podamos tomar lista.

-         ¡Yo canto al mini abogado! – Jazmín ya se olvidó que estaba “enamorada” del profe ya recibido.

Victoria sigue en su nube, así que ni se molesta en responderle. Le deja ese trabajo a Bianca, que seguramente ya está dando su discurso de lo anormal que es que Jaz esté tan desesperada. Sus amigas se ríen, porque son conscientes de que ambas están locas. Pero, de repente, Vicky se ve obligada a caer de prepo en la realidad. Y lo que se encuentra es lindo y desesperante a partes iguales. Ahí delante, vestido con un traje azul oscuro que puede dejar sin aliento a cualquiera, con una corbata negra que hace juego con sus ojos, y una mochila colgada de un solo hombro que la mata de amor, está Benjamín. 
 
 
Contiene la respiración por unos pocos minutos y se plantea seriamente retirarse corriendo del salón. Hay una posibilidad en un millón – o en más, también – de que Benjamín sea el ayudante de cátedra de la materia. No, definitivamente debe ser un error y el chico simplemente está pidiendo tizas prestadas porque el profesor con el que está cursando en ese momento se quedó sin. Y no le importa verlo saludarse con Lamas como si fueran viejos amigos, ni sentarse pancho en el escritorio al tiempo que abre la carpeta que contiene las listas de asistencia. Victoria y su mente negadora siguen pensando que es un error, una equivocación, algo que claramente no está sucediendo.
 
-         Vicky… - Bianca chasquea los dedos delante de la cara de su amiga para que reaccione - ¡Victoria, ¿qué te pasa?!
 
-         ¡Es Benjamín! – se achica en su silla mientras le susurra a su amiga, que no entiende - ¡Benjamín, el del boliche, el de derecho!

-         ¿El de la fiesta de la facu? – Bianca abre sus ojos como le es físicamente posible al tiempo que Vicky asiente - ¡me estás jodiendo!

-         No, no, no ¡me quiero morir! – se tapa la cara con las manos y Bianca contiene la risa – no le veo lo gracioso, nena. Cuando tome asistencia se va a dar cuenta que soy yo.

-         ¿Estás segura que es él, Vi? – su amiga la mira, obvia – bueno, perdón.

-         Chicos, él es Benjamín Iribarren, nuestro ayudante de cátedra y encargado de trabajos prácticos – él sonríe tímido desde el escritorio. Victoria muere de amor, una vez más - ¿tomamos lista?

Entonces Benjamín nombra uno por uno a sus compañeros. Y mira extraño a Bianca cuando ella da el presente con más alegría que los demás alumnos – claramente se estaba riendo de Vicky y la situación. Y la susodicha se escondía cada vez más en su asiento. Era un camino sin salida. Y el hecho de ser una de las últimas en la lista la ponía mas nerviosa, porque su turno no llegaba más. Pero, cuando escuchó Vega no tuvo más remedio que levantar la mano y dar el presente. Y ahí se cruzó con sus ojos oscuros, que por mecánica la miraron y regresaron a la lista, pero por reacción volvieron en seguida a ver la cara de la chica, que a ésta altura ya estaba bordó. Benjamín la mira y no entiende nada… a él tampoco le cierran las ideas. Pronuncia con dificultad el siguiente apellido, producto de la sorpresa que le trajo ver a la misma rubia loca que conoció en el boliche sentada frente a él y en calidad de alumna.
 
 
Por suerte, y como pronosticó la mayoría de los alumnos, Lamas se limitó a hablar sobre los contenidos en general y las normas de la cátedra. Y aunque suene masoquista, Vicky solamente dedicó su tiempo a observar cada movimiento de Benjamín. Lo vio morderse el labio nervioso y reír por compromiso en la mitad de los chistes que el titular hizo sobre él. El ambiente estaba tenso aunque sólo ella y él pudieran sentirlo. Había algo que desestructuraba la escena – como cada vez que ellos estaban juntos.
 
 
La clase terminó y todos los alumnos salieron apurados del aula. Vicky se metió entre el gentío como queriendo camuflarse, aunque sentía la mirada de Benja clavada en su espalda. Sabía que era amoral que hablaran en la universidad, así que pensó en mandarle un mensaje más tarde. No quería que él pensara que había planeado todo a propósito, aunque así lo pareciera. 
Pero, por primera vez en ésta historia, Benjamín se adelantó a Victoria. Salgo del estudio a las siete. Te veo en el bar de la esquina de tu departamento y media. Y por favor, nada a nadie
 
Vicky leyó y releyó el mensaje mil veces. Lo notaba enojado, quizás algo confundido… un poco ansioso, algo tenso… con miedo también, pero más que nada se lo imaginó desconcertado. Como estaba ella en ese momento. 
Bianca la invita a almorzar con ella y Franco al departamento. Y Victoria va por inercia, porque su amiga la agarra del brazo y la lleva hasta el colectivo como si fuera su madre. Sabe que no va a poder distraerla mucho y que todas las conversaciones del día tendrían que ver su profe nuevo. Porque, desde el inicio, Victoria sabía poco y nada de Benjamín, y viceversa. Desde el principio, todo entre ellos fue a medias.
 
Un poema a medias tintas
serán letras borroneadas,
una pluma que te ofrece
homenajes a la nada,
entera dame tu boca
no la mitad de tus labios
que me endulzan con sus besos,
y me escupen con agravios.
 
 

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