martes, 10 de julio de 2012

Incompetentes | Capítulo Tres


III.                    Loca.

Victoria vuelve a abrir los ojos a la una de la tarde. Ella es así: siente que si duerme hasta muy pasado el mediodía no tiene vida. Abre la ventana de su pieza para que entre luz y se estira hasta hacerse sonar los huesos. Busca la botella de agua que siempre deja en su mesa de luz por la noche y bebe la mitad: siempre amanece con sed después de una salida con mucho alcohol. Revisa el celular mientras se pasea en remera y bombacha por su living-comedor. Claro está que tiene un mensaje de Bianca intimándola a que aparezca en su departamento a la brevedad porque ambas tienen mucho para contar. Sonríe pero no mucho: esperaba tener un mensaje de Benjamín también. “Basta, Victoria. No te hagas la cabeza con un flaco que no sabes quién es” Sacude la cabeza y se mete al baño para darse una buena ducha.

Se calza unas babuchas floreadas, con una remera rosa chicle y zapatillas cómodas a tono. Busca en el perchero su morral y sale del departamento con sus anteojos oscuros. Quiere evitar a Jorge porque sabe que va a gastarla con el episodio de anoche, así que atraviesa el hall de entrada a toda velocidad.
El departamento de Bianca queda a quince cuadras del de Victoria. Normalmente iría en colectivo, pero hoy tiene ganas de caminar. Y además – agrego yo, porque ella nunca lo admitiría- tiene una pequeña esperanza de cruzarse a Benja por el barrio. Después de todo, y asumiendo que no le mintió, él dijo que vivía cerca. Se enoja consigo misma, porque no quiere que él sea más que “un chico que conoció en el boliche”. No tiene por qué ser más. Después de todo, no sabía nada de él. Todo lo que tenía eran suposiciones. Pero esos ojos oscuros la habían hipnotizado por completo. Había algo en él que le llamaba la atención y que la incitaba a conocerlo un poco – o quizás bastante – más.

Bianca baja en pijama a abrirle la puerta a su amiga. No tiene muy buena cara, así que Vicky supone que Franco le armó un pequeño escándalo por su ida con Martín. Llegan al noveno piso en cuestión de segundos, y atraviesan la puerta sin hacer demasiado ruido, como para que cierta persona no se de cuenta de su presencia.

-         ¡Contame nena! ¿Quién era ese flaco? – Bianca está sentada cual indio en su cama y abraza un almohadón con ansiedad. Vicky se toma el tiempo para cebar un mate y tomarlo, recién ahí se dispone a hablar.

-         Benjamín – y Bianca se queda mirándola - ¿qué?


-         ¿Cómo qué, Victoria? ¡Qué se yo quién es Benjamín! ¡Decime algo más!


-         Yo tampoco se quién es, lo conocí ahí – hace hombritos y su amiga siente ganas de pegarle.


-         ¿Cómo lo conociste?


-         Le fui a pedir fuego porque alguien – y recalca la última palabra – se quedó con mi encendedor.


-         ¡Y me lo reprochas! ¡Un monumento me merezco! Estaba bárbaro el chico, Vi.


-         ¡Bianca! – y las dos ríen escandalizadas – sí, es muy lindo.


-         ¿Y pasó algo?


-         Chapamos . Me acompañó a casa… nada… Lo normal.


-         ¿Te acompañó y qué? ¿Te tiró la onda de algo más?


-         No, es un divino – y una sonrisa idiota se le dibuja en la cara – me acompañó en taxi, nos quedamos charlando en la puerta y se fue.


-         ¡Ah, un extraterrestre! – y Vicky estalla en carcajadas – vamos a lo que es, Vi. Los tipos hoy en día piensan en llevarte a la cama.


-         Bueno, Benja no.


-         Ay, ay, ay, Benja no – lo dice con voz de boluda y a Victoria le da bronca - ¿no sabes nada más de él? ¿es de la facu, de políticas?


-         Estudia derecho en nuestra Universidad, es lo único que se.


-         ¿Será compañero de Franco? Tenía pinta de más grande… - Bianca se toma la pera con la mano mientras saca conjeturas.


-         Ni se te ocurra preguntarle – la amenaza con la mirada – y… nos pasamos los celulares.


-         ¿Lo llamaste, te llamó… algo? – Vicky niega – ni se debe haber levantado gorda, todavía.


-         Sí, no se… no importa… ¡Contame de vos! ¿qué onda Tincho?


-         ¡¡¡¡¡¡¡BIANCA!!!!!! – la voz de Franco a través de la puerta las interrumpen.


-         ¿Qué? – es obvio que están peleados, porque le contesta peor.


-         ¡¿Qué le dijiste a mamá?! – entra en la habitación y la mira como para asesinarla.


-         ¿Yo? – se hace la boluda.


-         Sí, vos. ¿Qué le contaste? – se cruza de brazos cual nene encaprichado y espera una respuesta.


-         No sé, le cuento muchas cosas a mamá… ¿a qué te referis?


-         A que me dijo que no se me ocurra caerle con novia al sur hasta que me reciba de abogad y tenga, mínimo, dos años de experiencia – Victoria rompe en risas. Ya sabía de dónde había sacado Bianca lo aparato - ¿tan buchona vas a ser, pendeja?


-         Ah, porque vos no fuiste botón con lo de “Bianca se creyó que Martín era papá y se le colgó toda la noche”


-         Son los dos iguales, yo no sé de qué se quejan – Vicky quiere mediar, porque sabe que de lo contrario la pelea durará siglos.


-         Pero ella miente, ¿qué novia tengo yo, a ver? – Franco es un nene cuando quiere.


-         Franco, estamos hablando cosas importantes con Vicky, ¿te las podes tomar por favor? – Bianca se para sobre su cama y señala la puerta.


-         Sí, sí, mejor quedate acá adentro que en un rato viene Sofía y no quiero que la espantes – le saca la lengua y cierra la puerta.


-         ¡¿Y después decís que no tenes novia, idiota? – le tira un almohadón que se estrella contra la ya cerrada puerta de la habitación.


Bianca logra calmarse después de despotricar contra Sofía, su hermano, las mujeres histéricas y los hombres pollerudos. Y recién ahí puede concentrarse y contarle a Victoria la noche con Martín. Ella estaba completamente enganchada con él, y se notaba a leguas. El problema era que él era el típico pirata que tenía a cuanta mina quería. Pero Bianca es así, le encantan los desafíos. Ama darse manija hasta encontrar la solución al problema más enroscado, porque eso la hace sentirse útil, y hasta viva. Bianca quería a Martín y Victoria sabía que no iba a parar hasta conseguir hacerlo cambiar de opinión, aunque eso significara no volver a hablar con Franco – recordemos a Franco y sus celos fuera de control.
Victoria siempre admiró la manera de ser decidida de Bianca. Porque si bien las dos eran mandadas e iban al frente siempre, a Vicky le costaba más el segundo paso que el primero. Siempre le tuvo miedo al día después, al “¿qué hacemos ahora?”. Pero, paradójicamente, ahora está rebanándose los sesos pensando en si Benjamín se acuerda de ella, si realmente la va a llamar, si no se arrepiente de haber pasado la mitad de la noche con una rubia loca.
No le cuenta todo esto a Bianca porque sabe su respuesta – la conoce mucho a ésta altura – “mandale vos un mensaje, preguntale qué está haciendo”. Y si hay algo que caracteriza a Victoria es ser ogullosa. Bajo ningún punto de vista quería quedar como una mujer desesperada por más de que efectivamente lo esté. Así que si Benjamín no quería saber nada de ella, ella mucho menos de él.
Bianca propone ir a comprar algo para merendar al super de abajo, y ambas dejan el departamento sin saludar a Sofía, que ya está acomodada con Franco en el sillón. Compran un cartón gigante de chocolatada y varias galletitas dulces: bien de domingo. Se plantean comprar una película también, cosa de deprimirse por completo, pero entonces recuerdan que el sillón está ocupado. Y Bianca se enoja de nuevo, y vuelve al departamento pisando fuerte por la bronca, y nuevamente no saluda a su cuñada y cierra la puerta con fuerza cuando Vicky termina de pasar.
Las chicas terminan leyendo revistas de moda y planeando la indumentaria de otoño que van a comprarse, mientras comen todas las cosas que compraron. Están riéndose de lo ridículo de un vestido de fiesta cuando el celular de Vicky comienza a sonar sin cesar. Tiene que correr la pila de revistas que tiene desparramadas para encontrarlo y aprieta cualquier tecla con tal de callarlo. Entonces, la emoción le llena el cuerpo: un mensaje nuevo de Benjamín. “¿Ya te levantaste de la cama, rubia?” Sonríe como idiota y deja el teléfono a un lado por dos razones: para pensar bien la respuesta y para ganar tiempo: siempre es bueno tardar en contestar.

-         ¿A qué se debe esa cara, Victoria? – Bianca la mira atenta mientras come un chupetín.

-         Alguien me escribió un mensaje – con voz cantarina.


-         ¿Se van a ver? – Bianca sonríe más que su amiga y se acerca para ver el mensaje – ah, bueno… ¿qué es esto? ¿una indirecta para “si queres te hago compañía en la cama?”


-         ¡Siempre con la idea fija, Bianca! Benjamín no es así – ni ella sabía por qué lo defendía.


-         Ay, ay, no es así… ¿y qué sabes? ¡si ni lo conoces!


-         Si quisiera acostarse conmigo lo hubiera hecho anoche, cuando yo estaba totalmente borracha y lo lleve hasta mi departamento. Pero no, me dejó en la puerta y se fue.


-         ¡Esos son buenos tipos, ves! Ya me cae bien Benja.


-         Cada día me sorprenden más tus cambios de humor, Bianca. ¿No estarás embarazada, vos?


-         No lo digas ni en joda, Victoria. ¡Contestale al chico, mejor! Deja de querer hacerte la interesante – la burla mientras levanta los platos con galletitas para llevarlos a la cocina.


“Obvio doc, a las dos ya estaba arriba. Usted recién amanece, ¿no?” Se ríe mientras lo escribe, y duda un par de veces antes de mandarlo. Se siente una nena de quince intentando levantarse un flaco por primera vez. Parece ser que no es la única a la que le rompieron los esquemas.
Bianca vuelve a la pieza con algo de fastidio, que ésta vez no se debe a Sofía si no a su propia familia. Su abuela la había invitado junto con su hermano a cenar a su casa, en un country de las afueras de capital. El lado positivo de todo es que Franco tuvo que despachar a su amigovia para poder prepararse – hay un rato de viaje hasta allá desde el departamento de los chicos. Victoria entonces saluda a su amiga y camina hacia su casa con la misma tranquilidad de esa tarde.
Como no se le ocurre nada para hacer, pasa por un kiosco y compra la película que no compraron con Bianca un rato antes. Al menos podría tirarse en el sillón a reírse con ganas y conocer alguna historia de amor aunque no fuera la suya.
Al momento de pagar, ve en su celular un mensaje nuevo y, lo obvio: un pequeño escalofrío le recorre el cuerpo y la sonrisa le vuelve al rostro. “Tuve un almuerzo temprano, recién llego al pto.. ¿Vos en qué andas? ¿Necesitas que te lleve algo para el estómago o ya te mandaste el botiquín entero?” Se ríe con ganas mientras le entrega los billetes al kiosquero – que debe creer que está un poco loca.
Camina a toda prisa hasta su departamento, y llama con insistencia al ascensor. Está impaciente por llegar y acomodar las pocas cosas que están fuera de su lugar. Y sí, claramente lo invitó de manera solapada a ver una película con ella – de a poco volvía a ser la chica medianamente experimentada de 19- Y cuando él le respondió que su agenda se lo permitía – después de reírse y encantarse a partes iguales de la manera de ir al frente de su rubia loca – a ella no le dieron las piernas para avanzar más rápido.
El portero suena un rato después, y Victoria se mira en el espejo del living antes de bajar a abrir. Benjamín está apoyado en la pared revisando su celular, y ella sonríe porque lo conoció así. Abre la puerta contenta y lo invita a pasar. Él deja un beso en su mejilla y la sigue hasta el ascensor. Y todo es un poco extraño, pero a Victoria le encanta.
-         Adelante – Benjamín mira con disimulo a su alrededor – ¿mate o café?

-         Mate prefiero – ella le guiña un ojo y desaparece detrás de la puerta de la cocina.


-         ¡Sentate, Benja! – lo grita desde allá porque intuye que él sigue parado.


Cuando vuelve al living lo encuentra chusmeando su colección de libros – algunos de la facultad, otras novelas políticas.  Acomoda todo sobre la mesa y le ceba un mate, todavía con un poco de vergüenza.
-         ¿Cómo amaneciste, rubia? ¿Mucha resaca?

-         Un ibuprofeno antes de acostarte hace el despertar más sencillo – y claro que ella tenía sus secretos.


-         Creí que iba a tener que explicarte quién era – le devuelve el mate burlón - ¿qué compraste para mirar?


-         Una película vieja, pero que me encanta – le entrega el dvd mientras llena el mate de agua de nuevo.


-         ¿Locura de amor en las Vegas? – ella asiente como una nena chiquita - ¿te sentís identificada por lo de locuras?


-         Seguramente.


-         ¿Sos de hacer locuras por amor?


-         ¿Te hubiera invitado si no lo hiciera? – y lo deja en jaque. Victoria tiene esas salidas que nunca esperas. Lo deja sin palabras, incluso sin aliento. Él la mira y tiene la certeza de que nunca va a poder descifrarla.


-         ¿Siempre sos así de directa? – ambos estallan en carcajadas, como para descontracturar.


-         Me sale del alma, perdón – se ruboriza apenas  y cruza sus brazos por sobre sus rodillas – por lo menos yo te digo las cosas, vos te haces el misterioso.


-         Ah, porque yo conozco todo de vos – la burla, y Vicky muere de amor – se que estudias políticas, que estás bastante loquita, que sos directa y que, en tus propias palabras, me das toda la vida.


-         No estabas tan borracho entonces – se muerde el labio porque nunca esperó que se acordara de esa frase – Yo de vos sólo se que estudias derecho, claramente estoy en desventaja.


-         Y que no tengo una novia futura politóloga como creíste – ella asiente. Cuando tiene razón, tiene razón - ¿qué queres saber?


-         ¿Edad? – se acomoda para mirarlo mejor. Quiere detectar si le miente.


-         23 – la mira fijo, le está diciendo la verdad - ¿y usted, licenciada?


-         19 – y él se tapa la cara, teatralizando.


-         ¡Sos una nena! – los dos se ríen.


-         Buá, tampoco es que vos podes ser mi viejo, ¿viste?. ¿De dónde sos? ¿Porteño?


-         Rosario – Vicky nota cierta nostalgia en su voz – que no está tan cerca como dice Fito…


-         Yo soy de Río Negro, no me vengas a hablar de distancias – lo amenaza después de darle un mate.


-         ¡Uh, una chica austral! ¡Dicen que son terribles! – ella lo mira mal – No me mires así, puede ser terrible por “terriblemente buena” “terriblemente loca”.


-         Claramente estás estudiando derecho. Siempre queriendo quedar bien – él se siente orgulloso de su vocación - ¿y vos en cuál me catalogarías, si se puede saber?


-         Es mi momento de ser directo, ¿no? – Vicky sonríe mientras asiente con la cabeza – además de terriblemente loca – y se acerca hasta donde está ella – terriblemente interesante – ella se muerde el labio sin creerle – terriblemente mandada – y se ríe porque tiene razón – y terriblemente hermosa.


Ella lo mira como para contestarle, pero Benjamín ya le toma el rostro con las manos y la besa con ganas. A ésta altura Victoria no opone resistencia, porque tiene claro que él le encanta por todos los costados. Entonces se aferra a él y lo besa, se deja besar, le cree todo lo que le dice, disfruta de ese momento y ahí termina el asunto. No sabe qué es lo que quiere con Benja, en ese momento solamente tiene en claro que le encanta tenerlo cerca, sentir su perfume de hombre y que se quede impregnado en su piel. La pone nerviosa su sola presencia, y siente escalofríos cada vez que se rozan. Hacía tiempo que no se conectaba así con alguien, que no se entendía tan bien.
Terminan la tarde desparramados en el sillón viendo las locuras de Ashton Kutcher y Cameron Díaz. Robándose besos a cada rato y riéndose de ellos mismos. Benjamín la mira porque no puede creer cómo se dejó enredar en su locura. Como en una noche le dio vuelta la vida. Porque aunque ella no lo sepa, él quedó encantado con su manera de ser, y no dejó de evaluar maneras para invitarla a salir al día siguiente. Él también volvía a sentirse un chico de dieciséis queriendo conquistar su primer chica. Pero, como no podía ser de otra manera, ella le ganó de mano. Pareciera que las cosas están destinadas a ser al revés entre ellos. Porque fue Victoria la que, nuevamente, dio el primer paso y lo invitó a pasar la tarde. A seguir con esta locura que no saben qué es.
Se despiden sin saber qué pasará. Pero con la certeza de que van a volver a cruzarse. No saben cuándo ni cómo. Simplemente esperan que la vida los vuelva a sorprender, como la noche anterior. Después de todo, Victoria nunca dejará de ser una rubia loca. Y Benjamín estará encantado de dejarse enloquecer.
Baby, I’m so into you
You’ve got that something, what can I do
Baby, you spin me around, oh
The earth is movin, but I can’t feel the ground

Everytime you look at me
My heart is jumpin, it’s easy to see
Loving you means so much more
More than anything I ever felt before

You drive me crazy
I just can’t sleep
I’m so excited, I’m in too deep
Crazy, but it feels alright
Baby thinkin of you keeps me up all night










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