domingo, 8 de julio de 2012

Incompetentes | Capítulo uno: Las chicas sólo quieren divertirse


Mi destino no lo elijo yo,
Y el camino tampoco
Aprendimos solamente a flotar
Y a vivir como locos

I.                    Las chicas sólo quieren divertirse.

Victoria tiene diecinueve años, y baila delante del espejo mientras termina de arreglarse el pelo. Mueve las caderas con el Indio Solari de fondo, sonriendo porque se lo imagina pidiéndole que le baile hasta el fin.
Cuando asume que su flequillo rubio está perfectamente planchado camina hasta el baño – siempre al son de la música- a buscar el portacosméticos. Usa apenas un poco de base porque aún está tostada – llegó de la playa hace menos de un mes- y delinea con cuidado el contorno de sus ojos celestes. Le sonríe a su reflejo y corre a la cocina a buscar su vaso de cerveza. Se apoya con tranquilidad en la mesada y observa por la ventana lo estrellado que está el cielo. Recuerda que de chica solía hablar con la luna cuando nadie quería escuchar sus penas. Niega con la cabeza dándose cuenta lo inocente y soñadora que era – o quizás es-
-         Radiante y más hermosa que ninguna – canta feliz porque las casualidades de la vida hicieron que las pastillas suenen en su reproductor en ese mismo momento.
Deja el vaso para buscar su reloj en la mesa ratona. Según sus cálculos, las chicas estarían a punto de llegar.
Busca la cámara para asegurarse de que la batería este cargada: Jazmín va a apropiársela en cuestión de minutos para retratar cada detalle de la salida. Se tira en el sillón y se prende un pucho. Ama relajarse de esa manera antes de una noche de boliche. Además –como autora me doy el lujo de agregar- esa noche no será como cualquiera: había que celebrar el fin de finales y el principio del nuevo ciclo lectivo de los estudiantes de Ciencias Políticas.
Victoria ya está en segundo año, y se siente aliviada y orgullosa de haber sobrevivido trescientos sesenta y cinco días en la temida ciudad de la furia. Anota mentalmente esa nueva causa para festejar mientras da una pitada más a su cigarrillo.
Saca de la cartera el celular y encuentra dos mensajes de Jaz: uno pidiendo a alguna de las destinatarias que lleven hielo porque ella se olvidó de comprar, y otro anunciándole que en quince minutos estaría en la puerta del departamento de Vicky. Mira la hora del sms y calcula que tiene cinco min para terminar el cigarrillo y abrirle.
Abandona el sillón de un salto y va hasta la computadora a cambiar la lista de reproducción: claramente Noble, el Indio, Las Pastis y NTVG no pegan con el pre boliche. Se ve en la necesidad entonces de acudir a la carpeta de música que armó Bianca la última vez que se juntaron a estudiar. Esa que está llena de cumbia, reggeaton y todos esos ritmos que Victoria soporta sólo los sábados a la noche.
Escucha el portero – que tiene un ruido tan horrible que la hace saltar- y busca las llaves para abrirle a Jaz. Baja en patas hasta el palier de la entrada y la encuentra charlando con el vecino del quinto ce – que está mas bueno que dormir la siesta con lluvia. La escucha invitarlo descaradamente a la fiesta y a él disculpándose porque tiene un exámen en pocos días.
-         Sos terrible flaca – ya en el ascensor las dos se ríen a carcajadas de las salidas de Jazmín.

-         Terrible está tu vecino – lo dice mientras se acomoda los rulos mirándose en el espejo.

Jazmín es así de desinhibida y cararrota. A pesar de su metro cincuenta y seis, cada vez que ella entra en algún lugar no pasa desapercibida: Jaz tiene toda la actitud del mundo. Tiene un andar armonioso, miles de rulos que caen desde su cabeza y llegan hasta el borde de su cintura, y un par de ojos verdes que ponen nervioso a cualquiera que se cruce con ellos. Ama andar por la vida subida a sus tacos chinos, y últimamente se mira en todos los espejos habidos y por haber para observar con atención su piercing en la nariz – una argollita bien roquera resultado de una promesa que hizo en diciembre, antes de aprobar Historia Política Contemporánea.
Ella y Victoria se conocieron en el curso de ingreso a la facultad, en febrero del año pasado. Y desde allí son inseparables. A pesar de que son inmensamente distintas en apariencia, comparten gustos e historias: ambas son del interior – Vicky de Chivilcoy, Jaz de General Pico- mueren por Iván Noble y las golosinas, son impulsivas, un poco caprichosas, y jamás dan el brazo a torcer. Les encanta salir a divertirse entre mujeres, e inventarse personalidades nuevas cada vez que conocen a un chico en el boliche.
Las dos habían terminado relaciones largas antes de mudarse a la capital – la rubia novió con Darío dos años y medio, y la petisa llegó a los 3 antes de cortar con Nicolás- y es por eso que se sostienen la una a la otra: conocen su sufrimiento y más de una vez han pasado noches de películas, chocolates y carilinas en sus departamentos.
-         ¿Soy la primera en llegar? – Jazmín camina hasta la cocina, abre la puerta del aparador y saca un vaso para servirse cerveza. Se sienta en la mesada y cruza sus piernas con tranquilidad.

-         Sí, porque las chicas se juntaban en lo de Pieri. Y Pieri nunca es puntual – ambas se ríen de sus amigas.

-         Bian seguro está caminando por las paredes – Bianca es puntual y organizada hasta la médula - ¿te contó lo de los amigos del hermano?

-         No, ¿qué cosa? – cuando de hombres se trata, la conversación se vuelve más interesante.

-         ¿Viste que Coco está estudiando derecho? – Vicky asiente, obvia. Bianca es otra de sus grandes amigas facultativas. Ella y su hermano Franco ya eran como parte de su familia – Bueno, a Bi le gusta uno de sus amigos de la facu, y dice que los otros del grupo están bárbaros también…

-         ¿Y van a la fiesta? – la sonrisa de Jaz lo dice todo - ¿tenemos que hacerle la segunda?

-         Tenemos que hacer ese sacrificio – ríen porque son terribles.

El resto del quinteto llega veinte minutos después. Pierina entra alocada al departamento y va directo al baño: todavía no estaba maquillada. Bianca atraviesa la puerta detrás de ella, hablando por teléfono con su madre y revoleando los ojos porque seguro le está pidiendo detalles de lo que van a hacer. La última es Agostina, que ya tiene ganas de bailar y va haciendo pasitos hasta donde está la computadora.
-         ¡Ay, qué insufrible ésta mujer! – Bianca se desploma en el sillón, se saca los zapatos con plataforma y apoya los pies en la mesita ratona.

-         No seas así, Bianca. Quiere saber cómo estás nada más. Mis viejos me preguntaron mil veces donde iba y viven acá, ¡imaginate los tuyos! – Agos es oriunda de capital y por ende aún vive con sus padres. Bianca en cambio es de Río Negro, y esa es la razón principal por la que sus padres viven llamándola para saber qué hace.

-         ¡Veinte veces les dije que iba a bailar! ¡A Franco no le hacen tanto quilombo! – frunce el seño y prende un pucho para tranquilizarse. Vicky se ríe de los celos de Bianca porque sabe que en fondo ama a su hermano.

-         A ver, a ver… cambiame la cara para la foto – claramente esa es Jazmín, que dispara el flash incluso antes de que sus amigas puedan posicionarse.

-         ¡Borrá eso Jazmín! No quiero ser la burla de medio facebook – Agostina se para de un salto y corre a quitarle la cámara.

-         ¿Querés? – Bianca le extiende un pucho a Vicky, que lo toma y se sienta a su lado.

-         Me contó Jaz lo del amigo de tu hermano – su amiga sonríe pícara - ¿qué onda? ¿lo conozco yo?

-         Fue un par de veces al departamento… Martín se llama. Uno alto, medio peladito… de ojos celestes. Un caño – Vicky se ríe mientras hace memoria.

-         Pequeño complejo de Edipo tenés, nena – el padre de Bianca se llama Martín también – no eu, no me acuerdo de él…

-         En un rato te lo presento. Y a los amigos también, obvio…

-         A ver las diosas de mis amigas, cómo posan para la foto – Jazmín y su cámara se paran delante de la mesa ratona. Victoria y Bianca juntan sus cabezas y sonríen felices.

Cerca de la una y media las cinco están listas para salir. Pero, como si fuera un ritual, antes de partir se juntan en el living del departamento para brindar con tequila – ese que Agostina había comprado en sus vacaciones de verano en México- Una foto para retratar el momento pre-boliche, risas multiplicadas por mil y el sabor ácido del limón todavía en sus labios. La noche está en pañales, y ellas están dispuestas a exprimirle hasta el último centímetro cúbico de jugo. Porque así son ellas. Porque éstas chicas sólo quieren divertirse.

THAT´S ALL THEY REALLY WANT,
SOME FUN.
WHEN THE WORKING DAY IS DONE
OH, GIRLS JUST WANT TO HAVE FUN

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