VI.
Pirata
Dos semanas después del incidente
de Benjamín con Victoria, las cosas parecían volver a tomar su curso normal. Y
con esto me refiero a que ambos intentaban actuar como si lo ocurrido entre
ellos fuera un paréntesis, un desliz sin consecuencias, como un cero a la
izquierda: algo que nadie nota y que nada modifica.
Eso intentan, al menos. Porque Vicky sigue sintiendo las mismas
cosquillas en la panza cuando lo ve entrar al aula enfundado en su traje negro
y sus corbatas de mil colores. Se odia porque es consciente que debería
catalogarlo como el peor de los hombres por cómo se comportó. Pero no puede. Es
que con sólo mirar fijo sus ojos oscuros, nota que hay un dejo de
arrepentimiento… como si quisiera pedirle perdón con la mirada.
Por supuesto que Bianca, a ésta altura, ya lo odia. Y planea mil y
un venganzas para cuando termine la cursada. Vicky se limita a reírse de sus
ocurrencias – y a esperar que sean sólo eso: ocurrencias. La cuestión es que su
amiga la obligó a continuar con su vida, e incluso le presentó a uno de sus
amigos de la infancia el sábado pasado, con la esperanza de que deje de pensar
en Benjamín. Y hay que decirlo: Jerónimo es un sol, y Vicky la pasó bien con
él. Al que no le hizo mucha gracia, obviamente, fue a Franco, que puso el grito
en el cielo cuando se enteró de las brillantes ideas de Bianca.
Ese miércoles a la tarde, Victoria está en el departamento de
Bianca empezando con un trabajo práctico de Constitucional, que tendrían que
entregarle a Benja la semana próxima. Se encierran en el cuarto de Bian porque
Franco y sus compañeros están preparando un final en el comedor y necesitan
concentrarse – y porque Martín también está ahí, y su amigo quiere mantenerlo
lejos de su hermana. Entonces la tarde transcurre entre manuales, guías de
estudio, fallos interminables y la bendita Consitución, que corre riesgo de
terminar incinerada.
-
No
entiendo por qué tengo que hacer esto si quiero ser politóloga, no abogada –
Bianca está tirada en su cama y subraya lo que cree importante del fallo.
-
El
año que viene creo que tenemos economía, que va a ser peor – las dos ponen cara
de asco y siguen leyendo - ¿qué hora es, Bi?
-
Mmm…
casi las ocho – y no pueden creer lo rápido que pasa el tiempo – en un rato
salgo a preguntarle a Franco si van a pedir comida o algo.
-
Sí,
por Dios que tengo hambre… - chequea su celular pero no encuentra nada - ¿vamos
a fumar un pucho?
-
Bajemos
a comprar algo para tomar y de paso fumamos – Bianca se sienta en su cama y se
calza sus sandalias negras.
Salen del cuarto y encuentran que el comedor es un jolgorio.
Parece que los abogados se aburrieron de estudiar y están hablando de la vida.
Bianca le pide a Franco que se ocupe de pedir algo para cenar mientras ella
baja a comprar las bebidas. “Nada con
alcohol, Bianca, que estamos estudiando” y sufre el abucheo de sus
compañeros de estudio.
Vicky llama al ascensor mientras su amiga calcula cuántas botellas
tiene que comprar. Todavía está perdida en los fallos que Benja les dio para
leer, así que no tiene demasiada capacidad de reacción. Estuvo pensando en él toda
la tarde, y eso le da bronca. Aunque claro, es obvio que piense en él: le tiene
bronca por haberla dejado a mitad de camino. Es una basura, un idiota, el
típico flaco hijo de puta… Claramente, no se merece ni siquiera estar en sus
pensamientos. Por eso se enfoca en deliberar con Bianca cuántas gaseosas hacen
falta, y qué cosas pueden llevar para una buena picada. Aman ir juntas al
supermercado, porque siempre terminan comprando porquerías.
Salen del lugar cargadas de bolsas, y agradecen estar tan sólo a
dos cuadras. Vicky pide hacer una parada en el kiosco porque estaba por
quedarse sin puchos, así que media cuadra antes de llegar al departamento
vuelven a frenar. Bianca la espera en la puerta con las bolsas, cantando bajito
una canción que se le quedó pegada esa tarde.
Vicky pide sus cigarrillos y compra también un paquete de chicles
sabor cítricos, esos que tanto le gustan. Se dispone a pagar cuando algo la
saca de sus esquemas: Benjamín está entrando al lugar con su traje azul oscuro
y su mochila al hombro. Está muy absorto en su celular como para notar que ella
está ahí, intentando salir sin que se de cuenta.
-
Son
nueve con cincuenta, flaca – el kiosquero está esperando todavía que Vicky le
pague.
-
Ah,
sí… disculpá – le entrega un billete y Benjamín le reconoce la voz, por lo que
levanta la vista – Hola, Benja.
-
Hola
Vicky – se le acerca sonriente y le deja un beso en la mejilla, como si nada… -
¿todo bien?
-
Sí,
haciendo mandados con Bianca – toma el vuelto y lo guarda apurada en su
bolsillo – nos vemos en clase – le sonríe lo más naturalmente posible y sale
del lugar.
Bianca y ella caminan rápido hasta el departamento, donde
seguramente los amigos de Franco las están esperando ansiosos para picar algo
antes de que llegue la comida. Vicky la reta por no haberle avisado de la
presencia de su profesor en el kiosco, pero ella acusa no haberlo visto: Bianca
lo ignora olímpicamente cada vez que puede.
Dicho y hecho: una avalancha de abogados en potencia se les vienen
encima apenas atraviesan la puerta del departamento. Franco se ofrece a ayudar
a Vicky con las bolsas, pero a Bianca la deja sola, todavía enojado por su
buchoneada con la madre de ambos. Martín no tarda en ofrecerse para llevar
todo, obvio, y los demás los observan divertidos y hambrientos.
-
Franco,
¿pediste algo para cenar o no servis ni para eso? – Bianca lo mira ofendida
desde detrás del desayunador.
-
Ya
encargué, Pipina – le guiña un ojo sobrador mientras saca una de las cubeteras
de la heladera - ¿a vos se te perdió algo, Tincho?
-
Vengo
a buscar los vasos, campeón – le palmea la espalda al tiempo que le sonríe a
Bianca.
-
¿Nosotras
volvemos a la pieza, Bi? – Vicky está terminando de sacar los snacks de las
bolsas.
-
Ellos
no están estudiando ahora, ¿podemos ocupar el living, no? – ironía punto com.
-
Sí,
mientras Martín se quede en el comedor – le saca la lengua a su hermana y se
lleva un par de botellas.
Vicky ayuda a Bianca a acomodar vasos y cazuelitas en el comedor,
mientras Franco y los demás apilan libros en uno de los muebles: era el tiempo
del break de estudio. Martín se apodera de la computadora para poner un poco de
música, y los demás se ponen cómodos esperando que todo esté listo.
-
Bianca,
¿podes bajar a abrir? Tocaron timbre, es uno de los chicos – Franco está
ocupado hablando por teléfono con Sofía.
-
¿Tengo
cara de portero, nene? – ella hablaba con Martín, para variar.
-
¿Queres
que baje yo? – Vicky también está ahí.
-
No,
deja. Ahora vengo – se levanta protestando y pega un portazo que aturde a
todos.
El problema mayor no es el enojo de Bianca cuando dejó el
departamento, si no la cara que tiene cuando vuelve. Victoria no la entiende hasta que ve quién
entra detrás. Benjamín de nuevo. Con su traje azul oscuro, su mochilita al
hombro, su mano despeinando su pelo, nervioso, sus ojos oscuros que la
encuentran con rapidez. Su media sonrisa que la desarma, su expresión de no
entender demasiado…
-
¿Qué
haces, Benja? ¿qué onda el estudio? – Martín se levanta para saludarlo, Vicky
sólo lo mira.
-
Y…
hoy estuvo movidito – su cara de cansado evidencia todo - ¿ustedes como vienen
con DIP?
-
Avanzamos
un poco… lástima que hay un pollerudo que corta cada diez minutos para hablar
con la novia – se burla de Franco mientras los demás se ríen.
-
No
tengo novia, campeón – el susodicho grita desde el balcón.
-
¡Yo
no dije que eras vos, charquito! – nuevamente las risas.
-
Hola
de nuevo, Vicky – esa sonrisa.
-
Hola
Benja – ella no se queda atrás – nos estamos viendo seguido, parece…
-
El
destino – se sonríen y él sigue saludando a los demás.
-
“El
Destino” – Bianca lo imita y Vicky lo mira mal – idiota…
-
¡Bianca!
¡No seas así! – ni Victoria sabe por qué lo defiende.
Los amigos de Franco se caracterizan por ser copados, así que la
coexistencia esa tarde fue muy amena. Vicky la pasa genial porque se divierte
con las ocurrencias de todos, desmitificando así, que los estudiantes de
derecho son monótonos y aburridos. Claro está que los ojos se desvían dos por
tres hacia donde está Benja. Es algo casi inconsciente, como un reflejo. Cruzan
miradas en algunas oportunidades, y se sonríen. Como si fueran cómplices de
algo, que en realidad no existe, algo que se empeñan en disimular.
Franco divide su tiempo entre Bianca y Victoria. Vigila a ambas,
con diferentes intenciones. Ubica a Martín al lado suyo para que su hermana
quede lejos de él, y así evitar el contacto entre ellos. Pero después de un
rato se relaja y se divierte con las diferentes anécdotas de todos.
La comida llega un rato después, entonces Franco y Martín bajan a
buscar las cosas mientras Bianca acomoda la mesa. El resto se traslada al
comedor, todavía charlando entre ellos y ofreciendo ayuda. Entre todos ponen el
mantel, buscan vasos, servilletas y cubiertos para las mujeres. Cuando los dos
hombres regresan con las cajas, todo parece listo.
-
Fran,
dame las cajas así corto las pizzas – Vicky le extiende la mano y él le entrega
lo que le pide.
-
¡Fijate
que en el primer cajón está la cuchilla! – Bianca está sirviendo gaseosa y le
grita a su amiga para que encuentre las cosas.
Entra a la cocina, deja la pizza en la barra del desayunador y
busca la cuchilla. Escucha pasos detrás y se da vuelta creyendo que es su amiga
que no confía en que ella encuentre las cosas.
-
¡eh,
vengo en paz! – Benjamín y su sentido del humor levantan las manos .
-
No te recomiendo que te acerques, puedo ser
brava – Vicky sonríe triunfal y empieza a cortar las porciones - ¿te mandaron a
morir a la cocina?
-
Me
mandaron a poner las empanadas en platos. ¿Me dirías dónde están?
-
Toma,
vos seguí con la pizza que yo acomodo el resto – deja la cuchilla en la caja y
busca en los aparadores los platos chicos.
-
¿así
de fácil me entregas el arma? – claramente parece que no pasó nada entre ellos.
-
Confío
en tus buenas intenciones – le sonríe y se sienta justo en frente.
-
Vicky…
- la mira como retándola. Los dos saben dónde puede terminar esa conversación.
-
¿No
hay un principio en el derecho que dice que hay que presumir la inocencia?
-
Bien,
parece que me escuchas cuando doy las clases – esa sonrisa de nuevo.
-
Siempre
te presto atención – pero no lo mira, simplemente sonríe y separa los
diferentes sabores de empanadas.
Los dos llevan la comida a la mesa ante la mirada de Bianca, que
no es la más amigable del mundo. El resto los aplaude, están hambrientos. Franco decreta que tienen que comer en veinte
minutos, así pueden seguir estudiando. Sus amigos lo abuchean pero saben que
tiene razón: a eso se juntaron. Las chicas por su parte están dispuestas a
terminar el trabajo para Benja – y Vicky a estirar el tiempo lo más que pueda:
quiere volverse caminando con él.
Bianca no tiene el mejor humor del mundo. Cree que Benjamín es
básicamente un imbécil y que Vicky tiene que mandarlo a freir churros a la
brevedad. Pero Victoria no puede, porque cuando ella quiere algo no para hasta
conseguirlo. Aunque siente que con él pasa algo diferente, algo que va mas allá
de un capricho o un antojo sin razón. Sería cuestión de averiguarlo con el
tiempo, pero mientras tanto, emplearía todas sus armas para conseguir un rato
más con él. Lo extraña pero no lo quiere admitir.
-
Vicky…
¿terminaste de leer Elortondo? – Bianca está despatarrada en su cama, leyendo
un fallo interminable.
-
No…
voy casi por la mitad – pero lee por inercia. Está atenta a los sonidos del
comedor.
-
¿Puedo
ir al comedor a cagarlo a trompadas? ¡30 páginas tiene este fallo! ¡mira que
tan basura iba a ser!
-
No es
culpa de él, es culpa de la corte – pasa una página más – pero si queres
pegale, que yo después lo cuido.
-
¡¡Victoria!!
– Bianca se levanta de repente de la cama – no entiendo que te siga gustando
ese idiota, de verdad no lo entiendo.
-
Shhh,
seguí leyendo Pipina. – claro está que la mira mal.
Cerca de las once de la noche, Bianca no quiso saber más nada con
el trabajo. Vicky entonces decide darse por vencida, juntar sus cosas y partir
hacia su departamento. Lo gracioso es que se encuentra con los amigos de Franco
en la misma situación cuando sale de la pieza.
-
Franqui,
¿nos pedís un taxi porfa? – una rubia de piernas kilométricas se levanta del
sillón para hablar con el dueño de casa. Vicky gruñe internamente porque
Benjamín se queda mirándola demasiado.
-
Sí,
ahora llamo – él está haciendo una pila de vasos que corren el riesgo de caer
de un minuto a otro - ¿alguien más necesita un taxi?
Los hombres se hacen los machos y anuncian que ellos se tomarán el
bondi. Todos menos Benja, que como vive cerca se va caminando. Y Vicky también,
obvio. Está terminando de ponerse su saco de hilo cuando un mensaje llega a su
teléfono. “¿Vas para tu casa, rubia?”
y bastó una sonrisa y una mirada cómplice para que él supiera la respuesta.
De seguro que si Bianca estuviera ahí, despotricaría contra él por
ciclotímico. Pero ya lo dijimos, Victoria tiene ganas de él, y nada puede hacer
contra eso. Aunque las consecuencias fueran quedar como un ente una semana más.
Instantáneamente una canción de Las Pastillas le atraviesa la mente “El que no arriesga no gana, dijiste, el que
arriesga puede morir por amor…” Poco le importó el remate de la frase.
Estaba dispuesta a seguir jugando.
-
Vi,
¿queres que te acompañe? – Franco se acerca a ella y le sonríe despacito.
-
No,
Fran gracias. Me voy caminando, no te hagas drama.
-
Pero
es tarde, Vicky. Y no me cuesta nada – la cara de pobrecito de Franco es
idéntica a la de Bianca. Pero no podía dar el brazo a torcer.
-
Yo
voy para el mismo lado, Fran. – él irrumpe en la conversación.
-
¿Y
cómo sabes eso? – un ataque de celos inunda el ambiente - ¿por qué sabes dónde
vive?
-
Nos
cruzamos en la parada del bondi para ir a la facu, y hablamos de eso una vez… -
Vicky para mentir es mandada a hacer.
-
Bueno,
¿avisas cuando llegas? – Franco no iba a quedarse conforme.
-
Te
aviso, Franqui. Gracias – un beso sonoro en la mejilla y atraviesa la puerta
del departamento casi saltando de felicidad.
Benjamín y Victoria suben juntos al ascensor, y se miran de reojo.
Ella está apoyada en una de las paredes, jugando a sacarse el esmalte rojo de
las uñas como si fuera lo más entretenido del mundo. Él lleva las manos en los
bolsillos y la mira, como hipnotizado. Está casi confirmado que al destino le
encanta jugar con ellos, con sus ganas, con sus oportunidades. Y él está
cansado de remar en contra de la corriente, quiere dejarse llevar por la marea…
Si tiene que ser, que sea.
Los dos saludan al hombre de seguridad de la puerta y emprenden
camino, no saben bien a dónde. Ellos caminan pero no se hablan, solamente se
miran de reojo. Pareciera que tienen una conexión especial, algo que los hace
comunicarse sin necesidad de abrir la boca. Vicky no necesita que él le diga
las ganas que tiene de quedarse con ella: sus ojos se encargan de
transmitírselo sin esfuerzo. Esos ojos oscuros que la hicieron temblar desde un
primer momento.
-
¿Qué
estás pensando tanto? – están parados frente al hall del departamento de Vicky
y Benja decide romper el silencio.
-
Las
posibilidades de adivinar lo que te pasa por la cabeza – ella no da demasiadas
vueltas.
-
¿Y
tus posibilidades son optimistas? – esa sonrisa de nuevo.
-
No
sé, decimelo vos – se acerca despacio a él, y le sonríe nerviosa. Sabe que se
juega a todo o nada – tengo dos preguntas para hacerte.
-
¿Cuáles?
– él no se mueve. La mira intentando controlarse, aunque sabe que esa postura
no va a durarle mucho.
-
¿Podes?
-
No –
lo susurra con pesar.
-
¿Querés?
-
Sí –
entonces ella no lo piensa demasiado. Acerca su cara a la de él y lo besa
despacito, no quiere precipitar las cosas. Benjamín está sorprendido y
encantado a partes iguales. La toma por la cintura y la aprieta un poco más a
él. Victoria lo da vuelta, hace y deshace a su antojo. Pero él no se queja, lo
disfruta. Y más lo disfruta sabiendo que esto que tienen se entremezcla con lo
prohibido.
Ella se aleja un poco y lo toma de la mano. Abre la puerta y suben
por el ascensor besándose con tranquilidad. Saben que no sirve de nada
precipitarse, que es mejor disfrutar cada momento. Benja la acorrala contra una
de las paredes y se sonríen. Vicky cruza los brazos detrás de su cuello y le
pide que se olvide de todo, que no piense. Él le confiesa que desde que la
cruzó en lo de Franco sólo se acuerda de ella y su locura galopante. Victoria
se ríe y se deja besar, ya le relegó el control de la situación.
Vicky se despega de él para entrar al departamento, pero Benjamín
no la deja ir muy lejos. En seguida se apropia de su cintura, y de su boca, y
de cada uno de sus suspiros. Pero esta
vez pasan de largo el sillón, para no atraer recuerdos malos. Caminan despacio
hasta el cuarto de ella, y caen divertidos sobre la cama. Todo es risas esa
noche, es que no se pueden controlar. Después de todo, lo prohibido es esa
extraña conjugación entre lo divertido, lo atrapante y lo peligroso. Benjamín
encontraba la combinación exacta de todo eso en Victoria, y no estaba dispuesto
a dejarla escapar tan fácilmente.
Es cuestión de segundos para que la ropa de ambos quede
desparramada por el suelo. Ya no pueden mantener la calma: se necesitan.
Necesitan sentirse, acariciarse, besarse. Y obvio que la pasión se aviva con
éste asuntito de no llamar la atención, claro que el deseo aumenta a cada
momento. Son plenamente conscientes de que no deben, de que hay normas morales
y éticas que pueden condenarlos. Pero nada de eso importa ahora, ellos sólo
quieren disfrutarse. Y quedan extasiados uno del otro, pero se sonríen porque
lo necesitaban. No podían oprimir mucho más esa [i]atracción fatal[/i] que
tienen.
Victoria quiere preguntar algo, pero Benjamín no la deja. Le pide
lo mismo que ella le pidió en un principio: que no piense. Y a ella mucho no le
gusta que le lleven la contra, pero acepta que no es el momento para planteos.
La consigna era disfrutar de lo sucedido, olvidarse de cualquier otra cosa. Y
ella puede ser muy obediente cuando quiere. Lo abraza con fuerza entonces, y se
duerme escuchando el latido errático de su corazón. No sabe en qué momento de
la noche o madrugada él desapareció de entre sus sábanas, pero no tuvo
demasiado tiempo de odiarlo. Una notita sobre la mesa de luz esperaba ser
leída. Y sonríe, porque está totalmente comprobado que está loca. Con un
profesor. Estaba saliendo con un profesor: nada mejor que eso.
Nosotros somos un amor
pirata
un gran amor que sabe a
hiel y huele a trampa
nosotros somo un amor en
fuga
en equilibrio por el
filo de las culpas
los dos sabemos que este
amor fragil y tierno
puede llevarnos de
cabeza al mismo infierno
y aunque los dos estemos
condenados
si de algo hay que
morir,
quiero morir de amor
pero a tu lado
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y vos, ¿qué pensas?