lunes, 23 de julio de 2012

Incompetentes | Capítulo Siete


VII.                    Intentando.

Vicky encuentra seis llamadas perdidas de Franco cuando termina de cambiarse para ir a la facultad. Se olvidó completamente de avisarle que había llegado sana y salva a su departamento. Pero en fin, tenía sobradas razones para no prestarle atención a su teléfono, aunque claro está que no podría explicárselas al hermano de su amiga. Anota mentalmente pensar una excusa por si se lo cruza a la brevedad.

Camina hacia la parada del colectivo concentrada en su música y en lo lindo del día. A pesar de ya estar a fines de marzo, los días se mantienen cálidos, y reina esa brisa matutina que a Vicky tanta paz le da. Canta bajito una canción de Los Piojos que suena en ese momento en su reproductor y mira a su alrededor buscando rastros de cierto profesor que la tiene bastante loquita. Pero no hay nada. Seguramente fue a cursar más temprano.

En el colectivo se encuentra con Jaz, que va con la cabeza apoyada en el vidrio y los ojos cerrados. Le hace sonar el celular para que se despierte y charla con ella hasta que llegan a la facultad. Tiene que contenerse para no ponerla al tanto de todo lo sucedido, pero lo prometido es deuda, y con Benja acordaron no comentar nada con nadie.

Los primeros bloques de clases pasan rápido, sobre todo porque el de Metodología de la Investigación Social los hizo formar grupos de debate en base a temas actuales y controvertidos, y eso hizo todo más dinámico – aunque muchos quedaron reculando cuando su opinión era invalidada por un argumento más fuerte.

-         ¿Por qué no son todas las clases así? – Bianca ama a su profesor y a la materia, por ende, todo lo que se haga en esos módulos para ella será lo mejor de la carrera.

-         Porque muchos terminarían con ataques cardíacos – Jaz está sentada en uno de los bancos del jardín de la facultad, abasteciéndose de rayos de sol, según sus propias palabras.

-         ¿Qué tenemos ahora? – Agos lee entretenida uno de los fallos de Constitucional y hace anotaciones al margen.

-         Constitucional – y a Vicky se le escapa un poquito de felicidad cuando pronuncia la palabra.

-         Uy, genial. Tengo que preguntarle a Benja algo del fallo que no entendí – saca un par de hojas de la cartera y Victoria frunce el seño apenas.

-         Nosotras estuvimos hasta las once ayer con el trabajito ese y no lo terminamos – a Bianca no le cuesta expresar su odio visceral por la materia y el ayudante - ¡encima la llamé a mamá para que me cuente Elortondo, que es interminable, y no me quiso decir nada!

-         Capaz que no se lo acuerda, Bi. ¡Hace años luz que hizo la carrera! – Victoria se tienta porque sabe que la madre de Bianca le daría un ubicate a Pierina si estuviera ahí escuchándola.

-         Además no es tanto, Pipina. Son treinta hojas – Agos le pellizca los cachetes con dulzura.

-         ¡Pero son infumables! – nadie va a sacar a Bianca de esa posición.

El recreo termina a las once y media, y las cinco suben atolondradas las escaleras hasta el tercer piso. Se acomodan en sus bancos y siguen hablando de la vida, como hacen siempre. Pero, Vicky no para de mirar de reojo la puerta. Siente una especie de cosquillas en la panza de la ansiedad que tiene por verlo entrar. Sonríe cuando se acuerda del “Nos vemos en la facu” que dejó escrito en su mesa de luz, y ante las reiteradas miradas amenazantes de Bianca decide prestar atención al relato de Jazmín, que había empezado a salir con un amigo de su hermano y las estaba poniendo al tanto.

-         Buenos días, chicos – Félix y su alegría sincera entran al salón seguido de Benjamín y su mochilita al hombro.

-         Buen día – el salón a corito que termina de acomodarse en sus pupitres.

-         ¿Qué tal ese fin de semana? – el profesor deja todas sus carpetas sobre el escritorio y los mira intrigado, al tiempo que le entrega la lista a Benja para que tome asistencia.

-         ¡Si le contáramos, profe! – Fernando siempre dando la nota. Todos se ríen de la acotación - ¡no sabe lo descontroladas que estaban las chicas! – y todas abuchean en señal de reproche. Ellas jamás habían experimentado lo que era el descontrol, claro está.

-         ¡Por favor! Estoy seguro que todas éstas señoritas se comportan como ladys en todos los ámbitos de su vida – los hombres revolean los ojos, y se quejan sonoramente. Las mujeres sonríen divertidas y por supuesto que le dan la razón a Félix.

Cuando Benjamín termina de tomar asistencia, Félix le encarga que copie un cuadro sinóptico en el pizarrón mientras él los introduce al tema. Vicky aprovecha entonces para sacar su celular con disimulo y mandarle un mensajito de texto. “Qué linda le queda la corbata, doc. Intente no mancharse el traje con tiza”. El chico esboza una media sonrisa cuando lo lee y se voltea para mirar a la clase con disimulo. Obvio que Vicky está observándolo fijamente: es una especie de atracción instantánea la que tienen.

-         Victoria, te voy a pegar con la constitución si no cambias esa cara de boluda total que tenes – Bianca la codea y la mira con reproche. Vicky se muerde la lengua para no reírse a carcajadas.
“A usted le queda muy linda esa pollera, Licenciada. Pero, ¿no es muy corta para la facultad? Imagino que no viene a levantar profesores”. Vicky tiene que taparse la boca para no reir, y Félix la mira confundido. “¡sí, Vicky, aunque parezca chiste así de fácil se veta una ley!” Ella se limita a hacerse la que estaba escuchando y muestra indignación – aunque no tanta como la que expresa Bianca por su falta de atención.
La clase transcurre así, entre miradas disimuladas y algún que otro mensaje de texto a escondidas. Victoria se siente una nena de quince haciendo éstas cosas, pero sonríe constantemente, y esa es la razón principal por la que se la sigue jugando. Porque Benjamín la llena de cosquillas en la panza. Y porque como diría Cordera, [i]por un te quiero se la juega a morir[/i].

Y de ésa manera pasan las semanas siguientes. Con encuentros clandestinos en la casa de uno u otro, confiando en la complicidad de sus amigos pero escondiéndose de los demás, de los extraños. Benjamín era la cuota de racionalidad en ésta pareja, mientras que Victoria se encargaba de enloquecerlo hasta hacerlo olvidar de ésta realidad que les tocaba. Todo iba sobre rieles, y Vicky estaba empezando a creer que había [i]algo más[/i] que simple química entre ellos. Bianca era la única que lo sabía, y estaba asustada. No quería que su amiga saliera lastimada.

Un jueves por la tarde, Victoria, Bianca y Jazmín están haciendo un trabajo práctico en la Biblioteca de la Facultad. Llevaban horas navegando en libros de Historia de las Ideas Políticas y estaban un poco hartas. Así que, por unanimidad, decretaron terminar con la sesión de estudio del día. Después de todo, les faltaba poco para terminar.

-         Chicas, ¿si vamos al shopping a tomar algo? – Jaz termina de guardas los libros en su cartera y las mira compradora.

-         Dale, yo me prendo – Bianca siempre estará al pie del cañón - ¿Vi?

-         Ehh… no, no puedo – mira a Bianca cómplice, para que entienda.

-         ¡No me digas que te vas a seguir estudiando! ¡No seas ñoña Victoria! – Jazmín se ofende – es un ratito nada más.

-         No te enojes Jaz, no puedo – Vicky pone cara de buena para que afloje.

-         Dejala Jaz, vamos nosotras – Bianca no aprueba su [i]relación[/i] con Benja, pero la banca en sus locuras. Ya lo dijimos, Bianca siempre está al pie del cañón.

-         ¿Y se puede saber qué tenes que hacer?

-         ¡Chusma! Cosas tengo que hacer…

-         Te vas a encontrar con un chongo, ¿no? – y una ola de frío recorre la espalda de Victoria. Era un terreno peligroso – Te conozco, Victoria, ¡contame ya!

-         Jazmín, dejá de hacerte una película con todo. Tiene cosas que hacer, nosotras tenemos que ir a tomar algo, ¿podemos apurar los trámites?

-         No, ahora quiero que me cuente

-         Me voy, que se me hace tarde, chicas. Vos deja de hacerte películas con mi vida, y vos llamame a la noche – un beso en cada mejilla y se va.

Victoria corre hasta la parada de colectivo y le manda un mensaje a Benjamín para que sepa que está yendo. Él salió temprano del laburo y estaba preparando una merienda para los dos, porque esa semana casi no se habían visto. Vicky apoya su cabeza en la ventana y piensa. Incluso casi se siente mal. Por no poder compartir esto con sus amigos, con su familia. Ya había aceptado que [i]algo[/i] sentía por Benjamín. Que había algo más que la simple diversión, o la atracción, o lo prohibido, o lo que muchos considerarían incorrecto. Nunca se lo había dicho a él, porque no estaba segura de que fuera recíproco, y eso la asustaba. Entonces se limitaba a dejar que las cosas sean, que fluyan como hasta ahora. No quiere forzar las cosas porque tiene miedo de arruinarlas.

Había pasado innumerables tardes hablando del tema con Bianca, mientras ella intentaba convencerla de que corte todo de raíz, que además de ser peligroso, puede lastimarla mucho, que ella no quiere eso para su vida. Y Vicky lleva tiempo pensando en eso. Porque siguiendo con el razonamiento de Bianca, se pone en la balanza los puntos positivos de su [i]relación[/i] con las contras que tienen, es evidente hacia qué lado se inclina. Pero a Vicky no le importa, porque es así de arriesgada, ya lo vimos. Ella se la juega entera por una sensación, por un impulso lo suficientemente racional. Juega todo el tiempo con los riesgos, y ese es el motor de su vida. La incertidumbre, el cambio, la posibilidad. Sabe que la caída puede ser terrible. Incluso ya muchas veces la han lastimado, pero eso no es un obstáculo. La adrenalina del momento, por más corto o largo que sea, es lo que la hace respirar.

-         Hola – él le abre la puerta del departamento descalzo y con una sonrisa – pasa.

-         Permiso – y cierra los ojos para sentir el perfume tan característico del departamento de Benjamín. Porque en éste tiempo había descubierto que era [i]un toque[/i] maniático con el órden y la limpieza de su hogar.

-         Ey, ¿qué te pasa? ¿era muy jodido el trabajo? – Benja chasquea los dedos porque Vicky se quedó como colgada.

-         No es tan jodido como los de constitucional – y se ríe porque lo está chicaneando – esos sí que son un bodrio.

-         Sí, me dijeron que el profesor era un goma tremendo. Pero el ayudante… - y pone una cara graciosa – un ídolo indiscutido.

-         Mmm… a mi no me llegó esa data – lo sigue hasta la cocina, donde está terminando de preparar las cosas.

-         ¿Qué te pasa que estás en bardera, polvorita? ¿los politólogos te dejaron de mal humor?

-         No, estoy ofendida con vos – y él la mira extrañado.

-         ¿Conmigo? ¿Por? – no entiende.

-         No me diste un beso todavía – y él se sonríe y termina de servir el té.

-         Vos tampoco me diste un beso, estamos iguales.

-         No… Franco me enseñó que cuando una de las partes manifestó cumplir puede exigir el cumplimiento de la otra – lo había escuchado ocultar eso para un exámen dos o tres noches atrás.

-         Ah, mira que copado Franquito dándote clases de civil… ¿te dijo que también podes pedir la recisión?

-         Pero no quiero rescindir, quiero que cumplas – se acerca y lo abraza por la espalda.

-         ¿Y si no quiero? – él le hace hombritos y ella se enoja un poco más.

-         Te obligo.

-         Cumplimiento forzoso se llama eso – se da vuelta y la besa un rato.

Ya es la tardecita, y una brisa fría entra por la ventana del comedor. Vicky está tirada en el sillón, y Benjamín habla por teléfono con un compañero del estudio. Ella hace zapping pero no presta demasiada atención a las imágenes que tiene delante. Sabe que tiene que permanecer callada y no hacer casi ningún ruido. Menos aún puede salir al balcón, porque alguien la podría ver. Y le molesta, y se enoja. Pero sacude la cabeza para que esas ideas se vayan. Es lo que eligió y es lo que se tiene que bancar.

-         Perdón… Joaco tenía una duda sobre unos escritos que le dejé – salta y se sienta al lado de ella - ¿qué pensas?

-         ¿Mmm? – ella estaba subsumida en sus pensamientos. Él se ríe y la besa un poco, mucho, bastante.

 Y ella se deja besar, porque necesita sentir, o imaginar, que él la quiere y también elije esto… que es complicado, que parece completamente equivocado y a contra corriente. Esto que no tiene nombre, pero que a la vez no lo necesita. Vicky siempre fue adepta a la escuela de exprimirle a los momentos lo mejor de ellos. De disfrutar lo que se hace, sin pensar en lo que podrá pasar después. Quizás porque le asusta el segundo paso, porque no le gusta enfrentarse a lo que viene, o porque realmente cree que la belleza de la vida está en los placeres momentáneos. No es de las que ocupan su tiempo en pensar en lo que hará mañana, o pasado, o en diez años. Ella actúa, se deja llevar por sus instintos y pasiones. Es muy inquieta como para analizar situaciones, es mandada y deja que la vida la lleve por distintos caminos.

Así llegó a Benja, a su lío, a su torbellino de sensaciones y deberes morales contrapuestos. Pero la misma vida fue la que la llevó a esa facultad, a esa cátedra y a ese ayudante. Es como prueba y erros, puede pasar. Pero ella juega con eso, intenta mover las fichas a su antojo, tratando de armar una pirámide que puede ser frágil, y que tiene riesgos de ser derrumbada. O de derrumbarse sola. Un movimiento en falso… y al precipicio.

-         ¿Ya te vas? – Benja vuelve a entrar al cuarto y la encuentra terminando de  ponerse las zapatillas.

-         Sí, le prometí a Bianca que iba a hablar con ella a la noche – frunce los labios y él se acerca para besarla despacito.

-         ¿Y si le decis que hablan mañana? – le sonríe comprador, pero Vicky no está dispuesta a ceder.

-         Me mata – y se ríen.

-         Bianca no me banca mucho, ¿no? – Benja achina los ojos y Vicky lo empuja con suavidad – noto una tensión especial cuando me hace preguntas en clase.

-         Estás loco, Benjamín – se mira al espejo y lo ve acercarse.

-         No, esa sos vos, rubia – le deja un beso en el cuello y ella siente escalofríos - ¿no te quedas entonces?

-         No, ya me voy… ¿tenes que bajar a abrir?

-         Sí, banca que me pongo una remera – un aplauso para Vicky que lo tuvo en cuero y fue capaz de decirle que no.

Se besan un rato antes de irse. Digamos que el recorrido al ascensor sufrió un estancamiento en el living de su casa. Vicky parece estar en una nube, como en otra galaxia cuando está con él. Pero, a partir del minuto que pasa desde que se despiden, cae en la realidad. En la suya, en la de los dos.

-         Te veo pasado mañana en clase, ¿no? – Benja está apoyado en el marco de la puerta de calle y la mira sonriente.

-         Ajam – lo dice sin ganas - ¿y no en clase cuando te veo?

-         Mmm… ¿coordinamos, queres? Tengo que hacer unos trabajos en grupo…

-         Ah, ok – y él nota lo frío de su respuesta.

-         Ey, Vi… no te enojes. Sabes como es esto.

-         ¿Y qué es esto? – sabía que no era el momento ni el lugar para preguntarlo. Pero, ya lo sabemos: Vicky explota.

-         ¿Vicky? – ella se da vuelta y cree morir. Bianca y Jazmín en frente de ellos. Benjamín con los ojos casi fuera de lugar. Y el corazón que le late a mil por hora - ¿qué es esto?

Y esa era la pregunta. De eso se trata ésta cuestión. Ahí está el punto. Porque ni Benjamín, ni Victoria le habían puesto un nombre. Porque quizás no se lo preguntaron, o porque nunca se lo plantearon. Pero, era tiempo de cuestionarse las cosas. Esto, eso, lo de ellos ¿qué es?

Justo entienderon todo cuando no habia mas nada que entender
La gloria a veces sabe bastante incierta
Intentando ponerle un apodo a eso que bien sabe llamarse amor
En cierta forma dandose tregua


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