lunes, 9 de julio de 2012

Incompetentes | Capítulo Dos


II.                    Total nadie lo va a notar.
Cinco pares de piernas caminan divertidas por Avenida Santa Fé buscando un taxi. Aprovechan para mirar algunas vidrieras al tiempo que cantan pedacitos de canciones a los gritos. Los peatones las miran divertidas, porque imaginan que están festejando algo.
Pierina, como siempre hace todo con delay, todavía lleva su vaso de cerveza en la mano al tiempo que habla por teléfono con Gastón, su novio y compañero de facultad, que ya está en la fiesta. Jazmín sigue empecinada en retratar cada momento y todas posan para su fotógrafa favorita: siempre es divertido juntarse al otro día, libres de alcohol, a recordar las cosas hechas.

-         ¡Loco, ¿puede ser que no pase un taxi por santa fé?! – Bianca camina por el cordón de la vereda estirando el cuello, intentando hallar un auto amarillo y negro.

-         Es que los estudiantes de políticas copamos los medios de transporte – Jaz se mira en el reflejo de una de las vidrieras y levanta sus brazos como en señal de triunfo.

-         De verdad te digo, Jazmín. ¡No nos van a dejar pasar si llegamos después de las tres y media! – ya estaba fastidiosa.

-         ¿Y si llamamos un radiotaxi y le pedimos que nos pase a buscar por aca? – Vicky sabe cómo hay que tratarla cuando se pone nerviosa.

-         Dos, porque somos cinco y no nos llevan – saca su celular y se encuentra con cinco llamadas perdidas de su hermano – buá, si no es mamá es éste tipo. ¡Qué denso!

-         ¡Dale, Bianqui! No te pongas de mal humor ahora que tenemos toda una noche por delante – Agos llega sonriente para abrazarla por los hombros e intentar hacerla reír - ¿querés que lo llame yo a Franqui?

-         Ni se te ocurra, Agostina – una mirada amenazante y disca el número de su hermano - ¿qué querés, Franco? Estamos yendo… sí, yendo, pero no conseguimos taxi. No, no quiero que Braian nos venga a buscar. No, chau, nos vemos allá.

-         Qué lindo debe ser convivir con vos – Jazmín y su ironía llegan a la vereda - ¡¡Ahí viene un taxi!!

Da dos pasos para adelante y estira su mano para que le vehículo se detenga justo frente a ellas. Tienen que rogarle un poco al taxista para que les permita subirse a las cinco juntas, pero lo terminan convenciendo – como buenas mujeres que son – y en cuestión de veinte minutos llegan a la puerta de Chic.
Le exhiben al patova de la entrada las pulseras de acceso que les dieron los del centro de estudiantes y llegan a la barra haciendo trencito y bailando alocadamente. Ya estaban en su salsa. Jazmín hace puntas de pie y le pide al chico de la barra una cerveza para comenzar la noche, mientras sus amigas intentan encontrar a alguien conocido. Les resulta casi imposible porque el lugar está repleto: no sólo de futuros politólogos, si no de universitarios en general.
-         ¿Y? ¿Encontraste a tu hermano y a Martincito? – Vicky se acerca a Bianca, que ya tiene un pucho prendido y teclea a toda velocidad un mensaje de texto.

-         No, le estoy diciendo que ya estoy acá – mira a su alrededor intentando encontrarlo - ¿vos viste algo potable?

-         Para eso está Jaz, ché – toma un poco de cerveza y se sienta en una de las sillas altas de la barra – además estoy intentando encontrar a nuestros compañeros, pero no los veo por ningún lado.

-         ¿Pieri no sabe dónde están?

-         Ah, es verdad… ahora le pregunto – atina a bajarse de la silla, pero ve a Franco acercándose hacia ellas.

Franco es el hermano mayor de Bianca, y un avanzado estudiante de derecho. Es muy alto, lleva el pelo cortado casi al ras del cráneo y la sonrisa impecable tatuada en la cara: Franco siempre está de buen humor. Tiene los ojos verdes achinados, según Bianca heredados de su padre, y en algunas ocasiones, como ésta, deja que la barba le adorne un poco el rostro. Franco es lindo por naturaleza, y Vicky lo quiere casi como a un hermano.
-         ¿Cómo andas, Vicky? – ignora olímpicamente a su hermana y se dirige a dejar un beso en la mejilla de su amiga - ¿dónde están las otras locas?

-         Hola, Fran – ella reprime una risa mientras Bianca brota de celos – están por allá, tomando algo.

-         Así me gusta, mantenete alejada de esas alcohólicas – ambos se ríen, porque ya tienen alguna que otra medida de alcohol deambulando por sus venas.

-         ¿Qué te pasa a vos? ¿te metieron un payaso en el fernet? – Bianca le golpea el hombro y lo mira enojada.

-         Uh, Vicky… creí que la fiesta era para universitarios. ¿A vos cuánto te falta para egresarte del colegio? – la mira divertido al tiempo que ella levanta la ceja izquierda y se muerde el labio. Claramente no le causa ni un poquito de gracia que la burlen con su estatura.

-         ¿Y a vos para recibirte de idiota cuántas materias te faltan? – Vicky rompe en carcajadas mientras Franco le saca la lengua a su hermana.

-         Hola, Pipina – estira uno de sus brazos y la aprieta a él con fuerza.

-         ¡No me digas así, Franco! – ella intenta salir, pero los brazos de su hermano  no tienen escapatoria alguna.

-         ¡Hola, Frani! – Pieri llega con un vaso de fernet en la mano. Su afición número uno es crear apodos impensados para la gente.

-         ¿Cómo andan, chicas? – saluda a Agos y Jaz, que llegan atrás y pone cara de loco cuando la última le muestra la cámara y dispara el flash.

-         ¿Qué hace un abogado en la fiesta de los politólogos, me explicas? – Jaz le muestra la foto y lo mira entre curiosa y divertida.

-         Buscamos variedad – levanta los hombros y las mujeres se ríen.

-         ¿Con quién viniste, Coquito? – tal el apodo que Bianca le impuso de chica, cuando no podía pronunciar todas las letras. A Jazmín le encanta molestarlo con eso.

-         Con mis compañeros de facultad, Rosalinda – hete aquí la venganza - ¿interesada en alguno? – ahora el que levanta la ceja es él.

-         Si me los presentas, te digo – le sonríe al tiempo que le guiña un ojo.

-         Bué, bué. Mucha sonrisita ustedes dos – ah, sí. Olvidamos decir que Bianca es celosa. Muy.

Los amigos de Franco no tardan en llegar, excusándose con la tardanza del chico. Vicky identificó en seguida a Martín, era el típico chico que le gustaba a Bianca: alto –aunque no tanto como su hermano – rapado, de ojos claros, labios gruesos y mirada furibunda. Llega con un pucho entre los dedos y un vaso de fernet en la otra mano.
-         Hola Bi – la saluda con un beso en el cachete y ella no puede disimular su sonrisa radiante. Bianca es así de transparente.

-         Hola Tin. Hola, chicos – saluda con la mano a los demás miembros de la patota masculina – éstas son mis amigas, Vicky, Jaz, Pieri y Agos.

-         Hola – el cuarteto restante saluda divertido.

Braian y Jerónimo, los amigos de Franco, no tardan e hacer buenas migas con Agostina y Jazmín. Bianca no deja de hablar con Martín en ningún momento y, como Pierina ya se escapó con su novio, es tarea de Vicky distraer a Franco para que no moleste a su hermana. Entonces, lo lleva a otro sector de la pista para mover un poco el esqueleto. Obviamente que al principio él se niega porque desconfía de las intenciones de su amigo, pero Victoria sabe cómo convencerlo, y con su sonrisita compradora todo lo logra.
Franco se caracteriza por ser un gran bailarín, y Vicky lo sigue sin problemas. Es más, la divierte bailar con él porque sus pasos parecen coreográficos: se entienden a la perfección. Después de varios temas se ven en la necesidad de buscar algo para tomar, y fundamentalmente de encontrar una silla en la que Vicky pudiera descansar las piernas.
-         ¿Dónde se metió mi hermana? – Franco le extiende el vaso de cerveza mientras mira a su alrededor.

-         Por ahí, Franqui. ¡Dejala en paz! – Victoria le toma la cabeza con las manos y lo hace mirarla mientras se ríe de él.

-         Vos no entendes, Vi. Es un deber moral. Mi viejo se llega a enterar que Bianca anda por ahí con un flaquito cualquiera y me acogota a mí – toma un poco de cerveza y sigue inspeccionando.

-         No es un flaquito cualquiera, Franco. ¡Es tu amigo! – fondo blanco para calmar la sed, y una carcajada sonora ante la cara de Franquito - ¿qué me miras así?

-         Lo mato, ¡lo mato! ¿Con Martín se tenía que meter, loco? – se para de la silla pero Victoria lo agarra del brazo para que se quede quieto.

-         ¡Franco, compórtate, ¿querés?! – Vicky no puede dejar de reírse. Franco alcoholizado es celoso al cuadrado.

Entonces él se ríe de sí mismo y se para delante de ella para mirarla fijo, todavía riéndose. Vicky sigue tomando cerveza pero Franco no le quita los ojos de encima. No puede… ¡es tan hermosa!
Ella lo mira curiosa y con miedo: lo último que quiere es que Franco se confunda con ella. Podría generar una pelea interminable con Bianca. Él la sigue mirando y le acomoda un mechón de pelo, siempre sonriente. Entonces, Vicky mira por encima de su hombro y se encuentra con una morocha que camina decidida hacia ellos.
-         Fran, te buscan – sonríe  únicamente por el efecto del alcohol al tiempo que él se da vuelta, confundido.

-         Hola So – sonríe como puede e intenta disimular la sorpresa. Sofía es la amigovia de Franco. Tiene un año menos que él y también estudia derecho. Se conocieron en noviembre del año pasado en las olimpíadas interuniversitarias, y él quedó totalmente flechado por sus ojos verdes. Sofía es alta y tiene un andar armonioso, que puede volverse firme e intimidante si de marcar territorio se trata. Su pelo largo y enrulado se mueve al compás de sus movimientos, que la llevan a la barra en cuestión de segundos.

-         Hola Fran – un beso corto en los labios que deja al chico más confundido que antes - ¿qué hacen?

-         Intentando mantener a Fran lejos de Bianqui – Vicky no sabe cómo escaparse de la situación – pero ahora que llegaste vos, lo dejo en tus manos.

Sofía se cuelga del cuello de Franco y le habla al oído. Él mira para el lado que se fue Victoria con algo de pena.

-         ¡Vicky! – Bianca intenta llamar su atención mientras arrastra a Martín por el boliche - ¡Vi!

-         ¿Todo bien? – intercambian miradas pícaras y sonríen apenas.

-         Genial – Martín le susurra que va a buscar algo para tomar y las deja solas - ¿mi hermano?

-         Con Sofía – la mirada asesina de Bianca es genial - ¿qué?

-         ¿Qué hace con esa idiota? ¿dónde está?

-         ¡No te quejes, Bianca! Lo retuve lo más que pude para que no te joda y llegó ella.

-         ¿Y por qué no te quedaste vos?

-         Porque ella es su algo , ni daba cortarle el mambo.

-         ¿Seguro? – Bianca la conoce. Vicky mira para otro lado – se te tiró, ¿no?

-         Mmm… más o menos…

-         ¡Ay, Vicky! ¡Te quiero a vos de cuñada! – Bianca salta en una para y abraza a su amiga.

-         Yo no, Bianca. Lo quiero a Franco, pero como tu hermano, como mi amigo… ¡nada más! – Bianca pone puchero.

-         Si se casa con esa yegua, va a ser exclusivamente culpa tuya – se hace la ofendida para convencerla.

-         Sabés que no se va a casar con ella… - Vicky revolea los ojos y Martín vuelve para llevarse a Bianca.

-         ¿Qué vas a hacer vos? – mira a Vicky antes de irse.

-         Por el momento, voy a fumar un pucho al patio.

-         Cualquier cosa me mensajeas, ¿si? Jaz estaba por los baños con Agos, no sé que habrán hecho…

-         Tranqui, yo las encuentro. Pasala lindo – le guiña un ojo y se va.

Son las cinco y el boliche está a pleno, por eso es que Vicky tiene que luchar para lograr salir al patio. La gente amontonada la pone de mal humor y termina a los empujones y codazos con todo el que se le cruza.
Una vez afuera cierra los ojos y sonríe mirando el cielo: siente la brisa veraniega en la cara y le da mucha paz. Busca en su cartera los cigarrillos y se malhumora cuando se da cuenta que el encendedor no está adentro del paquete: seguramente Bianca se lo apropió. Putea en voz alta y mira alrededor. Odia pedir fuego, pero no tiene otra chance.
Ubica a un chico apoyado en una columna y mirando el celular – seguro esperando a una mina – Piensa dos veces antes de ir porque no quiere generarle problemas a nadie, pero el vicio puede más.
-         Disculpa… - el tipo sigue hipnotizado con el celular y no le da bola, entonces Vicky se molesta – eu, flaco…

-         ¿Qué? – y se choca con los ojos oscuros más lindos que vio en su vida - ¿me hablas a mi, rubia?

-         Sí, sí… - se había colgado mirándolo – eh… ¿tenés fuego?

-         No, no fumo… perdón – hace una mueca y vuelve al teléfono. Entonces Vicky le mira la boca y se da cuenta que tiene una forma casi perfecta y ampliamente apetecible.

-         No te hagas drama, gracias igual – se da vuelta y el chico la mira irse sonriente. Lo que sucede es que él no sabe que ella le había echado el ojo y no iba a rendirse tan fácil. - ¿sos de políticas, vos?

-         ¿Cómo? – la mira sin entender.

-         Si estudias políticas.

-         Ah, no. Derecho. ¿Vos si?

-         Sí. Estoy festejando que pase de año – levanta los brazos y lo hace sonreír.

-         Felicidades, Lic – guarda el teléfono en el bolsillo y se cruza de brazos para mirarla.

-         Gracias, gracias – él sonríe y no deja de mirarla. Vicky causa ese efecto en los hombres: es preciosa y no hay con qué darle - ¿y vos qué haces invadiendo nuestra fiesta?

-         ¿Me estás echando? – si de histeriquear se trata…

-         No, hago una averiguación… ¿lo puedo interrogar, doc?

-         En realidad esa debería ser mi labor…

-         Pero usted es el extraño en éste ámbito – Vicky ama retrucar porque ama quedarse con la última palabra - ¿vino a acompañar a su novia politóloga?

-         ¿y qué la hace pensar que tengo una novia politóloga? – claramente éste morocho se divertía a sobremanera.

-         Mmm… intuición – entonces los dos se ríen – Victoria, mucho gusto – y le extiende la mano.

-         Benjamín, el gusto es mío – le toma la mano y de repente todas las luces del interior se apagan - ¡apa, parece que hicimos cortocircuito!

-         ¿Qué pasó? – Vicky mira asustada para todos lados. Pero es cuestión de segundos para que una voz en el altoparlante anuncie con bombos y platillos que lo mejor de la noche estaba empezando, mientras llama a los estudiantes de políticas a seguir con la fiesta.

-         ¿Más tranqui, Lic? – ellos siguen tomados de la mano y se ríen de sí mismos.

-         Sí, y con ganas de bailar – entonces lo obliga a hacerla dar una vueltita y se mueven al ritmo del cuarteto – al final, no me contestó doc, ¿espera a la novia?

-         ¿Tenes miedo de que mi potencial novia politóloga aparezca y te deje pelada? – la hace girar una vez más y rodea con uno de sus brazos la cintura de la chica.

-         No lo veo como una posibilidad. Yo también puedo ser brava – ya dijimos que a Vicky le encanta retrucar - ¿tomamos algo adentro?

-         ¿Siempre sos tan lanzada con los flacos? – a él le causa mucha gracia lo bizarro de la situación.

-         Soy una buena anfitriona en mi fiesta – le guiña el ojo y le sonríe divertida – si no queres venir, vos te lo perdes. ¿qué decis?

-         Vamos a evaluar la hospitalidad de los de políticas entonces – le toma la mano y ambos entran de nuevo al boliche.

Y claro que todo sigue a pleno: Victoria cree incluso que hay más gente de la que había antes de que saliera. Tardan un poco en llegar  a la barra, y en el medio se cruza con Jazmín que la observa divertida: claramente la llamaría al otro día para que le cuente los pormenores de lo  sucedido.
Benja le invita una cerveza y ella acepta con gusto. Él intenta sonsacarle información pero Victoria esquiva con habilidad: nunca habla de su vida con los chicos del boliche. En realidad, si estuviera con Jaz ambas hubieran inventado una historia y probablemente le hubieran dicho que eran estudiantes extranjeras, y hubieran utilizado nombres como Jackie o Taylor para hacerlo más creíble. Pero Benjamín no le había dado tiempo a pensar nada: la encandiló con sus ojos oscuros.
Entonces ella intercambia los roles, y se hace la abogada inquisidora, pero él no es boludo: si ella esquiva las preguntas, él las salta cual vallas de pista de obstáculos. Y se ríen de ellos mismos. Un poco por la situación, otro poco por lo litros de alcohol que cargan.
Bianca le manda un mensaje tiempo después, para avisarle que se va con Martín. Y ella, mitad ebria y mitad interesada, se queja porque tiene que volver sola. Y le pone puchero a Benja para que se comprometa a acompañarla.
-         Mire que le tomo la palabra, doc – Vicky tiene las mejillas coloradas, y eso solo puede significar que está borracha.

-         ¿Me vas a dejar de tratar de usted en algún momento, rubia? – él la sostiene de la cintura porque el asuntito de los tacos es complicado.

-         Me gusta tratarlo de usted – él tampoco está con todas las luces, por eso se ríe de más. Y cuando ella acerca su rostro peligrosamente, él no lo duda y le come la boca. Esa rubia lo había sacado de sus esquemas desde el momento mismo en que se le plantó delante. Victoria pega su cuerpo al de él como si fuera la última persona a la que pudiera aferrarse en su vida. Él entonces le toma la cara con las manos y ella cree morir ahí nomás: ama a los hombres que besan de esa manera. Cruza los brazos por detrás del cuello de Benjamín y hace puntitas para besarlo con fuerza. Él se separa a penas y se ríe de ella, que lo mira con recelo porque dejó de besarla.

-         ¡Qué cara de mala, rubia! ¿me vas a morder? – le corre el flequillo de la cara y finge que la observa con atención.

-         No te prometo nada – se hace boluda olímpicamente.

-         Digo yo, ya que te tenes que poner en puntitas de pie para darme un beso… puedo presumir que sos menor ¿cuántos años tenes?

-         Los años que quieras que tenga – entonces él se ríe sonoramente y ella tambi{en. Esas son las claras influencias de Jazmín - ¿vos cuántos años tenes?

-         ¿cuántos años me das? – él se cruza de brazos y la mira expectante.

-         Darte te doy toda la vida – se da cuenta de que pensó en voz alta y se tapa la cara entre carcajadas.

-         Ah, pero sos terrible – él se ríe también: está encantado con ella. Entonces vuelve a tomarle la cara y la besa con ganas.

Cerca de las siete de la mañana la fiesta se da por terminada, y uno a uno los que quedaban dentro del boliche fueron dejando el lugar. Tal como lo prometió, Benja – quien ya no estaba bajo los efectos del alcohol-  acompaña a Vicky hasta su departamento. Ella camina con algo de dificultad y se ríe de todo lo que ve a su alrededor.
-         ¡Qué lindo está el día! – Vicky se sienta en el cordón de la vereda con los zapatos en la mano y siente la brisa cálida del verano.

-         Lástima que te vas a pasar tres cuartas partes del día encerrada puteando la resaca – él se ríe mientras busca con la mirada un taxi.

-         Shhhh, mentira – lo mira mal – pasa que vos vas a terminar así y tenes envidia de mi aguante.

-         Ay, ay, ay, rubia – él niega con la cabeza mientras se ríe – dale, ahí viene un taxi.

La ayuda a levantarse – porque claramente Vicky no puede maniobrar su cuerpo con su agilidad habitual- y se suben al auto amarillo y negro. La chica le da la dirección al conductor después de jurarle a Benjamín que efectivamente vive ahí. El viaje dura unos quince minutos, en los que ella se dedica a examinarlo disimuladamente. Ya había notado que era alto, y había quedado cautivada con sus ojos oscuros. Pero ahora que estaban a pocos metros de distancia y a la luz del sol, se aplaudía a sí misma por haber sido así de lanzada. Benjamín tiene brazos robustos, y el pelo lacio le llueve despeinado sobre la cabeza. Usa la barba de pocos días y cada vez que sonríe se le forman pequeños hoyuelos en las mejillas. Tiene la camisa un poco desprendida, y Vicky puede divisar unos pectorales marcados. Claramente el chico es deportista – o se mata en el gimnasio.

-         Rubia, llegamos – la mira sonriente después de pagarle al taxista, sale del auto y le extiende la mano para ayudarla  a bajar - ¿es acá? – y mira el edificio a sus espaldas.

-         Sí – ella lo mira sonriente y se acerca a la puerta - ¿vos dónde vivis?

-         Por aca cerca – se mete las manos en los bolsillos del pantalón y se apoya en la pared.

-         ¿Ahora te haces vos el misterioso? – Vicky se le acerca mucho, levantando una ceja.

-         ¿Me toca, no? – él la agarra de la cintura y le estampa un beso. Ella se deja besar, mientras enreda sus dedos en la cabeza del chico – Estás loca, rubia ¿sabías?

-         Bien que te gustan las locas – ella se hace la ofendida y él se sigue riendo – pero sí, ya me lo han dicho… y lo reconozco.

-         Reconocerlo es el primer paso – le guiña un ojo y Vicky siente cosquillas – así que cuando necesites alguien para una locura, me llamas.

-         ¿Es una forma elegante de pedirme el teléfono? – ahora ella se cruza de brazos y lo mira divertida.

-         ¿Es una forma elegante de invitarme a pedírtelo? – entonces ella saca su teléfono de la cartera y se lo da para que él anote su número – llamame si necesitas Buscapinas en un rato…

-         Vos cuando te recuperes de la resaca. A tu edad debe ser jodido… - él se muerde el labio y ella le roba un beso. – Bueno, mmm… yo subo.

-         Sí, sí, el hígado lo pide – Vicky le pega con suavidad mientras sigue riéndose .

-         La pase bien, aunque fue… raro – le acomoda el cuello de la camisa y lo mira pícara.

-         Y sí, si estás loca. Pero sos muy copada, rubia.

-         ¿Vicky no está en tu vocabulario? – lo mira divertida.

-         Rubia te sienta mejor – le guiña un ojo y le roba un beso - ¿hablamos?

-         Cuando te recuperes – da unos pasos para atrás mientras busca la llave en la cartera.

Benjamín camina hasta ella y la vuelve a besar. Esa rubia lo había sacado de sus esquemas, y estaba encantado. A Victoria él le gustó de entrada, y por eso no dudó un segundo en encararlo. Ella era así, iba al frente siempre. Siente una imperiosa necesidad de no soltarlo nunca… Benjamín besa increíblemente bien. Pero tiene en claro que ningún desconocido va a pisar su departamento mientras ella este con un poco de lucidez.
-         Permiso – y es ahí donde Vicky quiere que la tierra la trague. Jorge, el portero del edificio, estaba detrás de ellos con escoba en mano, esperando que ellos liberaran el paso en la entrada. Benjamín está tentado, y Victoria es la antorcha humana en punta.

-         Perdón – casi en un susurro, mientras se corre y lo deja pasar.

-         Sigan eh, hagan como que no estoy – se burla de ella porque la conoce, mientras camina hacia el cordón para empezar a barrer.

-         Te dejo rubia – un beso más, aunque si fuera por ella serían mil – mañana te llamo a ver si te acordas de mi.

-         Dale, anda a dormir – Vicky lo saluda con la mano y lo ve alejarse.

Con llaves en mano, se da vuelta para encarar la puerta, e ignora olímpicamente a Jorge que está cantando bajito. En unas horas, cuando vuelva a salir, tendrá que aguantarlo gastándola.

Ella va a salir esta noche
dejando atrás su vanidad.
Quiere gustar y ser gustada
sentirse deseada,
bailar y bailar...

Comanse a besos esta noche
total nadie lo va a notar...
Comanse a besos esta noche
total nadie lo va a notar...

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